jueves, 19 de abril de 2012

Sueño, bajo el sol gris (Malvinas)

- ¡Che abrí tus ojos! - Gritaron en el medio de la soledad. Era el dos de abril de 1982. El frío me congelaba las palabras, el hambre me paralizaba y el cansancio, ya era cotidiano.
La cosa es que después de no se cuanto tiempo (Ahí no había tiempo, no tenías noción de el, siempre estaba nublado) abrí los ojos... No había nadie.
Me pregunté si estaba enloqueciendo. Ya no se escuchaban los disparos, ni el sonido de los cuerpos chocar con la escarcha. Estaba solo, solo... solo.
Ya me olvidé del sol, el ruido de los pájaros me resultaba extraño, hecho de menos a mamá.
Cerré los ojos de nuevo, pensando en ella. Quería soñar... Imaginarme que volvía a casa, tomar mate, fumar, dormir acompañado del olor y el calor del hogar.
Mis ojos despertaron, una vez más. Caían lágrimas frías en mi cachete lleno de sangre. Levanté mis manos embarradas, intenté limpiarme la cara. Fue peor.
Probé pararme, fracasé. Al segundo intento me volví a parar, quería sonreír al darme cuenta que podía caminar, pero no salió nada.
Tenía sed y mi estómago reclamaba a gritos comida.
Caminé y caminé, deseando tener alas para volver a Buenos Aires. Caí rendido, mirando la pared gris, imaginándome que el sol brillaba atrás de ella.
- ¡Che abrí los ojos! - (Ya no sentía dolor) No quise abrirlos. Pero la voz me resultaba conocida. Los abrí, mi sonrisa de oreja a oreja era inevitable. Nada me puede tocar, nada ni nadie me puede lastimar, papá estaba ahí.

"Miles de almas, desaparecieron
en el frío, de la isla. 
Miles de almas se perdieron
en el mar.
Y solo las podemos encontrar,
en nuestra memoria.
Este es mi pequeño homenaje,
a los pibes que dieron la vida,
y que siempre van a ser parte de la historia"

Kevin Foster

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